Lewis Hamilton consiguió el cuarto título de F1 de su trayectoria tras una carrera muy sufrida en la que se vio relegado a la última posición en la primera vuelta por un accidente con Vettel. Toda la tensión acumulada tras la cita mexicana, con un inicio complicado al ver que no podía pasar a Sainz y Wehrlein en las primeras vueltas mientras Vettel estaba remontando posiciones, hizo que Hamilton no pudiera contener las lágrimas al llegar al su box. El inglés, ya consciente de lo que acababa de lograr, se derrumbó a lagrima viva envuelto de una toalla blanca tras quitarse el mono con el que se había proclamado tetracampeón. Todos los nervios de la cita mexicana se marcharon a cada lágrima que soltaba por sus ojos, regalándonos una de las imágenes más impactantes que jamás se haya visto del piloto de Stevenage.
En dicho llanto había mucha alegría, pero por otra parte, también eran fruto del alivio que sentía después de tener que levantar cabeza tras un difícil año 2016 en el que sus desconexiones, sus errores y la fiabilidad de su Mercedes le hiciera perder el Mundial ante su ex compañero Nico Rosberg. La tensión que había el pasado curso en la marca de la estrella se podía incluso cortar con un cuchillo y, de alguna manera, todos aquellos momentos se fueron para no volver con el llanto desconsolado del nuevo campeón.
La ilusión por superar de nuevo a Senna con cuatro Mundiales (el brasileño tiene tres) y seguir haciendo historia en la F1 también formaba parte de este lloro, pero también las constantes críticas a las que ha tenido que hacer oídos sordos durante los dos últimos cursos por su ajetreada y movida vida. Hamilton siempre se ha mostrado fiel a sus ideas y jamás a titubeado, defendiéndose por preferir pasar unos días de relax antes del GP de Gran Bretaña en Grecia con unos amigos y ausentarse en su país del evento que la Liberty preparó en pleno centro de Londres, entre otros muchos ataques hacia su forma de ver la vida. Todo eso, junto a su difícil infancia, en la que tuvo que callar los insultos racistas recibidos ganando en las pistas del británico de karts, y muchos otros obstáculos a los que Lewis ha tenido que hacer frente con su espíritu combativo formaban cada una de las lágrimas que no cesaban de correr por las mejillas del nuevo campeón, las de aquel niño que soñaba con hacer historia como el primer piloto negro en la F1. Y vaya si lo ha hecho. Y lo que le queda.
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